Ayer encontré a un vecino del barrio en la parada del autobús. Es un hombre de 70 años, propietario de una tienda de ultramarinos en la que ha trabajado desde niño. Su padre fue quien inició el negocio, y éste ha sido su modo de vida desde siempre.
Últimamente, la mala suerte ha llamado a su puerta, su mujer ha enfermado y su hijo, su ayudante desde hace años, ha encontrado algo menos sacrificado y mejor remunerado. Estos cambios no sólo le hacen plantear si debe vender el negocio y finalmente jubilarse sino que le generan algunas dudas sobre si realmente ha hecho lo correcto durante los últimos años.
El tendero del barrio, al que recuerdo desde siempre vital y bromista desde las 7 de la mañana (yo haciendo footing, él organizando la fruta) era ahora mismo un hombre asustado, con el pelo más blanco que de costumbre, el semblante serio y una mirada que mezcla tintes de duda y aflicción.
Esto me hizo reflexionar sobre el momento en que debemos bajarnos del tren. Trabajamos para ganarnos la vida, para tener una posición social, para autorrealizarnos, y de todo ello hacemos muchas veces un modo de vida. Cuando el trabajo además nos motiva, nos atrapa, o nos dejamos atrapar por él con nuestras hipotecas y nuestras ambiciones profesionales y sociales, la vida se nos puede pasar a veces sin haberla vivido en realidad.
Creo que sólo cuando vemos la muerte cerca reflexionamos sobre la nuestra y probablemente, sólo cuando vemos la jubilación (defunción laboral ?) en alguien cercano pensamos en ello (y quizá sólo seriamente si pasamos de los 50)
En fin, que el trabajo y la carrera son importantes porque nos dan de comer y nos realizan personal y socialmente, pero no son nada si algun día miramos atrás y creemos que han pesado más los sacrificios (el tiempo, la distancia, a veces la salud) que las satisfacciones que aspirábamos conseguir algún día.
Moraleja: asegúrate de que además de todo eso tan importante que tienes que hacer (esa reunión, ese proyecto, esos objetivos a cumplir) dedicas el tiempo necesario a las cosas importantes PARA TI: tu salud, tu familia, tus amigos, etc.
Y si en algún momento dudas si estás manejando esto adecuadamente, ponte por un momento en la piel del tendero y en lugar de hacer balance de 50 años, hazlo sólo del último y confirma si vas por buen camino, si no es así, siempre hay tiempo de rectificar antes de que la mala suerte llame a tu puerta.
El tren de la vida va demasiado deprisa y aunque no siempre es posible (ni nos atrevemos) a bajarnos de él en marcha, sí deberíamos asegurarnos de que estamos en el tren correcto, compartimos el vagón con quien queremos, disfrutamos juntos del viaje y hacemos de cada parada un momento memorable.
Joan Clotet