Como colegial en los 70 escuchaba cada día la monótona cantinela del profesor recitando los apellidos que conformaban nuestra clase. En la retahíla se intercalaban las voces infantiles con el protocolario «¡Presente!» a menudo somnoliento a veces burlonamente disonante. Pasar lista iniciaba una nueva jornada de inmersión en el conocimiento y anécdotas en blanco y negro.
El mundo ha cambiado mucho desde entonces aunque en el aula convivan aún la tiza y los métodos de otro siglo con el reconocimiento facial para validar la presencia física.
Y remarco lo de física porque un profesor puede hoy saber, antes de las 9 y sin pronunciar apellido alguno, qué desayunaron sus alumnos, qué hicieron el fin de semana, con quién , qué aman o que odian. Conocer sus personajes digitales y tenerles cerca no alivia al maestro del reto de conseguir y mantener su atención y presencia plena, compitiendo con el último video en Tik Tok o la clásica mosca zumbadora.
Pero hete aquí que un virus nos confina a todos y envía a alumnos, profesores y trabajadores a casa, demostrando a la brava que aprender, colaborar o simplemente conversar con eficacia es casi siempre posible sin estar todos en una misma habitación
A la distancia física y equilibrios del teletrabajador inexperto se suman la necesidad como seres sociales de traspasar pantallas. Si no nos esmeramos seremos ignorados o compasivamente escuchados por un zoombot , nuestra copia virtual que asiste a videoconferencias por nosotros reaccionando rudimentariamente gracias a la inteligencia artificial .
Estar 100% presente es hoy casi una gesta. En un mundo de pantallas, distancias y estímulos 360, a nuestro cerebro le cuesta más concentrarse de verdad en algo o alguien durante mucho tiempo.
Facebook, Youtube o Netflix tratan de fidelizarnos hasta la adicción y encuentran terreno abonado en nuestras limitaciones como comunicadores y escuchadores .
Captar y mantener la atención en un entorno de aprendizaje (o sea todos) requiere habilidades. Implica dominar las herramientas y el medio, acoger y comunicar objetivos, conectar con los participantes y canalizar su participación, interpelar con arte, concluir con eficacia, etc. Todo lo que echamos de menos en tantas reuniones físicas o digitales ahora y siempre.
Esta pandemia nos ha separado y conectado como nunca en tiempos que requieren de conciencia y presencia máxima. Una presencia muy distinta a ocupar sillas y mesas en aulas y oficinas. Presencia es más que estar y está basada en compromiso y atención plena. Todos competimos por sobrevivir a 5 segundos y nos liberamos de anodinos y cargantes con un simple clic (del ratón o mental)
Presente significa también obsequio y estar presente, regalar lo más valioso y finito que tenemos, nuestro tiempo
Los cuerpos volverán progresivamente (y con suerte) a sus trabajos y las organizaciones necesitan más que nunca que vuelvan mejor equipados. Quizá con la presencia plena demostrada por tantas personas que nos cuidan, curan y sirven a diario demostrando compromiso mas allá de un sueldo.
Sea cual sea nuestro rol, momento y valor aportado, ahora toca estar presentes y afinados y si el rol pierde demanda o sentido, pivotarlo, redefinirlo o inventar el nuevo de forma urgente.
Pasar lista ya es más propio de otra época. En pleno 2020 y digitales debemos ser responsables y conscientes de nuestros sesgos y limitaciones, estar comprometidos con los que cuentan con nosotros y chequear constantemente si estamos presentes y a la altura de cada momento.
A unos les activa el miedo, a otros una breve inspiración para centrarse, otros meditan en busca de serenidad yo recomiendo simplemente valorar y agradecer cada mañana que estrenamos un nuevo día para aprender y aportar.
Gracias por obsquiarme con vuestra atención. Salud a todos y mucho ánimo para el retorno progresivo