Antes fue la globalización. Empezamos a ver conexiones, monopolios y competidores por todas partes. Luego fue la transformación digital. Sin acabar de entender la segunda palabra y menos aún asumiendo la primera, atisbamos el riesgo futuro de la desintermediación o la amenaza de negocios digitágiles y capaces de crecer muy rápido sin lastres.
La transformación era algo que todos debíamos afrontar para evolucionar. Cada cierto tiempo además, informes y noticias impactantes sobre inteligencia artificial dibujan un futuro profesional sin rol claro para muchos.
Algunos anticipan la voracidad del sofware para  2030  otros para 2025 … futuros más o menos creíbles o cercanos que no parecen inspirar urgencia. De repente, en Diciembre 2019 un virus detiene el mundo, nos encierra en casa a una mayoría y nos enfrenta, en mi opinión, a nuestro mayor enemigo, el miedo.

Nuestro futuro profesional

Cuando pensamos en futuro profesional, el impacto COVID, la globalización, la digitalización o un despido no son más que detonantes del lastre real: nuestros miedos paralizantes del pasado, del presente o sobre el futuro .

Las reflexiones y decisiones profesionales no son sencillas para casi nadie y menos en tiempos convulsos. Tampoco he conocido (aún) a nadie que con 15 años tenga ya muy claro y acierte con su ikigai , certeza interior sobre lo que le apasiona, se le da bien, el mundo demanda y le aportará plenitud hasta los 100. Más bien he tenido y tengo cada vez más conversaciones con personas que se cuestionan y enfrentan a creencias y miedos, que deciden explorar el contexto con otra mirada, para redescubrir quienes son para afrontar sus retos.

Muchas personas han entrenado su miedo desde niños, temiendo fallarles a sus padres y maestros. Sienten también miedo de no encajar o estar a la altura de una oportunidad o responsabilidad profesional. El miedo nos impide a veces y durante años ser nosotros mismos por lidiar con jefes y colegas temerosos, dejando para más tarde o nunca la exploración de nuestra verdadera esencia, identidad o propósito.

El poder de la conversación reflexiva

La mayoría de personas con quien he interactuado han adolecido de conversaciones, herramientas y buenas preguntas a tiempo. Han (hemos) ido descubriendo el camino tomando decisiones (o no) y enfrentando miedos por necesidad, atracción por un reto o ambos al tiempo. No hemos practicado suficiente la introspección consciente, la evaluación y asunción de riesgos, la toma de decisiones que nos invita a actuar y avanzar más allá del más de lo mismo. No estamos entrenados, en definitiva, a atrevernos a cambiar

En este mundo de cambio y velocidad es necesario parar antes de que nos paren y cambiar antes de que nos cambien. Clic para tuitear
Pero es necesario parar y pensar antes de cambiar. Pensar para aprender de nosotros, si hemos vivido lo suficiente y nos regalamos honestidad. Pensar en lo que nos dicen los que nos conocen y aprecian para decirnos cómo nos ven. Pensar en propósito y en valores, en futuros posibles y probables, en cambio y oportunidad tanto o más que en facturas, riesgos, pasado y sus extensiones.
Todos somos mucho más que un título del siglo XX o determinado rol profesional. Somos suma de habilidades, aprendizajes,  experiencia, relaciones, vocación…
Todos somos talento y motivación latente y retenida. Clic para tuitear
Soltar el freno que nos retiene requiere enfrentarnos a tiempo, a menudo y en mayor o menor medida a nuestros miedos

El futuro como fuente de respuestas

El futuro será una combinación de talento humano y tecnológico. Las máquinas serán cada vez mejores y los humanos deberíamos trabajar en serlo. En ese futuro todos tenemos más protagonismo y capacidad de influencia del que muchos nos reconocen. En mi opinión y muchas veces, por victimismo o por miedo.

Nuestro interés por el futuro debería estar siempre activo , dedicándole con frecuencia tiempo y energía sin necesidad de ERTES o pandemias que activen ese proceso.
Soy de los que piensan que siempre estamos a tiempo de decidir quienes somos y queremos ser. Hacia donde y cómo queremos crecer. Explorar qué valores orientarán nuestras decisiones en la próxima etapa de nuestra vida. Decidir que precio estamos dispuestos a pagar y a qué renunciaremos en el camino. En suma, cómo gestionaremos el difícil equilibrio entre mente, corazón y bolsillo
Para ello tenemos que pensar en qué cosas aprendimos esta semana y en qué cosas haremos la próxima (y no «algún día») para acercarnos un poco más a la plenitud.
Las personas intencionalmente aprendedoras y en desarrollo consciente y permanente siempre tendrán más oportunidades. Clic para tuitear

El futuro será siempre incertidumbre y estará lleno de preguntas pero creo que en él y en su conexión con nuestra esencia están las respuestas más relevantes.
Cuanto más tiempo dediquemos al futuro, más preparados estaremos para lo que ha de venir y para la transición hacia él.  Conservar el presente no debería arruinarnos el futuro. Necesitamos entrenarnos en conciencia, cambio y aprendizaje. Cambiar de trabajo o profesión con frecuencia no es quizá muy compatible con pagar una hipoteca pero no cambiar por dentro, progresiva, intencional y decididamente no es probablemente compatible con un futuro de plenitud.

Del pasado (propio y de otros) podemos aprender, el futuro está por construir y el presente amanece cada día para invitarnos a tomar decisiones y actuar, cada vez con menos miedo. Eso, también se entrena y como reflexiona el sabio Genís Roca, sólo hay dos pulsiones básicas que mueven el mundo: el miedo y el deseo.

Yo os invito a poner más foco en lo segundo para ayudarnos a vencer al primero

 

Joan Clotet

Humanista Digital // Digital Talent Innovation Coach · Advisor · Trainer · Speaker · Author / Committed with People Talent Innovation and #Positive change

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