Al final del camino

Platja de Pals

Levantarse temprano para ver salir el sol es una forma de alargar la vida. Como cada año en vacaciones paseo mis pensamientos al alba durante esos días que pasan tan deprisa.
Por un sendero de tierra que bordea el mar, flanqueado de verde y azul, me dirijo hacia un ascendente camino de ronda que culmina en unas vistas aéreas de la costa serenas y energizantes.

Durante el trayecto me cruzo con miradas y quizá pensamientos cómplices de otros caminantes y corredores matutinos. Desconocidos y saludados que no volveré a ver hasta mañana, el año que viene o probablemente nunca más. Hoy, comparto inesperada parada y conversación con un camarada estival

Mientras estiramos las piernas y la jornada valoramos el privilegio de la zona y la belleza de unos colores que a esta hora la mayoría sólo verá por Instagram. La agradable conversación y su saludo jovial al encontrarnos  “¡Hombre Joan! ¿ Cómo vamos ?” me acompañarán hoy todo el camino.

¿ Cómo vamos ? ¿ Hacia dónde, a qué ritmo y para qué ? Share on X

La pregunta de mi amigo ha resonado y convertido mi trayecto de hoy en observatorio móvil sobre cómo avanzamos unos y otros por ese camino como metáfora de la propia vida.

Nos despedimos y retomo mi ruta cuando me rebasa con creces un joven atleta vigoréxico. Con ritmo endiablado las vistas parecen lastre para sus marcas, posible esclavo del cronómetro en pos de gestas vacacionales. Me cruzo luego con una mujer menuda. Parece triplicar en edad a su predecesor. Paso alegre, mirada risueña, saluda a todo el que pasa y parece disfrutar como si fuera su primera y última vez.

Minutos más tarde trota en sentido contrario un cincuentón como yo. Con sobrepeso y rodillas abnegadas, ritmo castigado y orgullosa expresión de sufrimiento de final de maratón. Su traumatólogo, al que sospecho visita con frecuencia, no consigue disuadirle de su ilusoria juventud

Un perro pequeño, inquieto y juguetón pasea a un hombre, que finge tener el control y me saluda al pasar. El perro ladra a un par de veinteañeros que ríen en holandés mientras se hacen el primer selfie del día (o último de la noche) con el sol naciente a sus espaldas. Compartir el momento lo inmortaliza.
Adelanto ahora progresivamente y por la izquierda a tres mujeres que perfectamente sincronizadas se ayudan de un bastón físico para caminar y se turnan otro verbal para no dejar títere con cabeza sobre la cena comunitaria compartida la noche anterior

Hombres y mujeres en marcha con miradas competitivas, cómplices, risueñas o desvío de mirada. Solos o acompañados. Despiertos o dormidos. Asiduos u ocasionales. Ciclistas, corredores, caminantes y criticones. Jueces y juzgados. Cada uno a su ritmo, con su mochila y circunstancia. Solos sobre la tierra, juntos en digital. Todos más o menos conscientes sobre cómo nos vemos y cómo nos ven los demás

Llego casi al final del sendero, 100 metros para el ascenso a las vistas de ensueño. Unas flores blancas de tela fijadas en un poste a mi derecha y con un nombre escrito, Kees de Haan, me recuerdan al abogado holandés de 59 años que terminó de forma abrupta su camino vital en ese mismo punto durante sus vacaciones y reflexiones de 2017.

Balance y foco

No conocí al sr De Haan pero ese detalle me recuerda e inspira cada año, justo en esta semana y antes del inicio de curso. Unas flores que me invitan a tener más claro mi rumbo y prioridades, a disfrutar del trayecto y a estar más receptivo y dispuesto a las oportunidades y a las personas con quien comparto el camino.
Deseamos que éste sea largo, pero sabemos que mañana el sol no saldrá para todos y que lo valioso al final del camino será la suma de experiencias y emociones. Todo lo descubierto, disfrutado, aprendido, compartido, amado y aportado…sin dejarnos la vida en ello.
No sé si el sr. De Haan tuvo tiempo de hacer balance. Nosotros sí lo tenemos ahora y rememorando a la enfermera Bronnie Ware y su libro Top Five Regrets of The Dying, será útil aprender de otros recordando los principales arrepentimientos de las personas al final de su vida:

  1. Ojalá hubiera tenido el valor de vivir la vida que yo quería y no la que esperaban de mí
  2. Ojalá no hubiera trabajado tanto
  3. Hubiera querido expresar más mis sentimientos
  4. Me hubiera gustado seguir en contacto con mis amistades
  5. Ojalá me hubiera dado permiso para ser más feliz

Es sano tener esto más presente al reintegrarnos al sistema productivo, a la vuelta al trabajo, a nuestras inercias y rutinas propias y ajenas en transición postpandémica.
Quizá la reflexión nos ayude a ver algo que pueda y deba ser diferente a partir de mañana y que esté en nuestra mano elegir y cambiar ¿ no os parece ?

A esa altura del sendero, superada la señal de flores blancas y antes de enfilar montaña arriba el camino de ronda, bajo intencionalmente el ritmo, levanto la cabeza y admiro una vez más el sol que se despega del mar. Respiro profundo saboreando y agradeciendo el presente y el paisaje. El sol irradia calor y energía para llenar un nuevo día y una nueva temporada de lo que cada uno quiera, deba y pueda.

Feliz nuevo curso a todos