a l'aire, a l'aire. a l'aire.
a l'aire, y eso no significa lo que queremos ser y menos aún lo que la sociedad y el mercado nos dejarán demostrar. He conocido bomberos que son cantantes y abogados que realmente son guías de viaje, he visto a médicos ganándose la vida como electricistas y a filólogos barrer calles. Un mundo global y los movimientos laborales y migratorios nos obligan a pensar de un modo distinto al de generaciones anteriores. Cuando empezamos a estudiar, nuestras ambiciones se limitan o amplian, de la mano del conocimiento y nuestros maestros de referencia, en la escuela y en la vida. Luego nos damos cuenta (nos ayudan a ello) que no todos servimos para todo y que además, tampoco todos tendremos trabajo en función de nuestras juveniles ilusiones o nuestra experiencia acumulada. De ahí que el mundo no esté saturado de veterinarios, astronautas, cantantes y futbolistas de éxito.
Cuando llega el momento de tomar decisiones, buscar oportunidades o cambiar de rumbo, hay que buscar el equilibrio entre querer, poder y ser pagado por ello. Una persona motivada para formarse, para trabajar y para dar lo mejor de sí en lo que realmente le gusta, es quizá el mejor punto de partida, aunque además de formación y ambición, será necesario ser amplio de miras y atreverse a probar, a viajar, a arriesgar y a invertir.
Nuestros hijos tienen que formarse para ser capaces y competitivos en trabajos que aún no existen. Más allá de consejos conservadores basados en valores y en referentes empresariales más propios del pasado, a nuestros hijos debemos ayudarles a descubrirse cuanto antes a sí mismos y a invertir su tiempo en intentar ser buenos (si no los mejores) en perseguir sus sueños. Nuestro deber como padres es ayudarles a encontrar su camino, darles oportunidades para explorar y formación (académica y vital) para no limitarse en sus opciones y poder reducir la distancia entre lo que son, quieren ser, podrán ser y serán.
Joan Clotet