Despertarles por la mañana y despertarles a la vida. Un lujo y una responsabilidad diaria de padres y madres para con sus hijos. No importa si es un bebé que nos despierta a nosotros reclamando su toma de las seis o un adolescente que se hace el remolón tras una larga noche, nuestros hijos abren los ojos al mundo cada día y nosotros con ellos.
Todo lo que pasa en esta vida es rápido, efímero y nada mejor que el espejo de los hijos para ser plenamente conscientes de ello. Valorar y disfrutar cada momento con plenitud hará que nuestro futuro y el suyo sea una buena colección de presentes conscientes e intensos.
Vivimos a menudo demasiado ajetreados y perdemos la perspectiva de lo que realmente importa. Cuando aún no hemos aprendido del todo a ser padres, nuestros niños dejan de serlo y redescubrimos con nostalgia las miradas inocentes en aquellas fotos de no hace tanto tiempo . No hay tiempo que perder. Un beso de buenos días y ánimos matinales para ayudarles a abrir los párpados y enfrentarse a un mundo que les reta, equipados con un buen desayuno y la sonrisa puesta. Regalar momentos de infancia feliz es uno de los privilegios de ser padre y despertarles cada mañana uno de mis preferidos. Los mejores recuerdos infantiles que les acompañarán de por vida están al alcance de cualquiera y no cuestan dinero, sólo requieren consciencia y amor incondicional.
Que nada ni nadie nos robe una mirada plena y sincera a nuestros hijos. Aprendamos del pasado, disfrutemos de cada momento presente e ilusionemos con el futuro.
Comprometámonos firmemente en su formación (no sólo en sus estudios) y en sus obligaciones pero también en su ocio y sus pasiones. Deben sentirse importantes y atrevidos para explorar alternativas y encontrarse y aceptarse pronto. Seamos para ellos el guía que todos necesitamos. Invitarles y ayudarles a explorar y reconocer sus motivaciones y talentos les hará ganar tiempo y convertirse algún día en ellos mismos, de ello dependerá en gran parte su capacidad de afrontar adversidades y su felicidad. Escuchemos de verdad y aprendamos de ellos, nos enseñan a ser padres desde antes de nacer. Hagamos que se sientan queridos, no es suficiente con sentirlo o decirlo, quererse y sentirse querido es uno de los motores del alma que les llevará más lejos en el camino de la vida. Celebremos sus éxitos, riamos juntos, tanto como podamos.
Tener hijos es un acto egoísta, ellos no nos piden venir a este mundo. Es nuestra responsabilidad y depende sólo de nosotros darles todo lo que está en nuestras manos en forma de valores, criterio, libertad, seguridad, autonomía, confianza, ilusión, espíritu crítico y positivo, todo ello tiene mucho más valor que cualquier patrimonio que puedan heredar. Ellos harán su propio camino no con nuestra experiencia y herramientas sino con las que vivan y escojan de personas que admiren y respeten a lo largo de su vida.
No espereis a despertar, crecen rápido y ningún momento pasado volverá, pero cada mañana sale el sol y brillan nuevas oportunidades. Nuestros hijos estrenan día y nos regalan sonrisas adormiladas. Seamos padres en mayúsculas y nos recompensarán con esas miradas que nos dicen todo en una fracción de segundo y sin hablar: buenos días, tengo sueño, gracias, te quiero.