En la playa un pastor alemán corre a toda velocidad chapoteando por la orilla, salpicando casi el rojizo sol de tarde que empieza a esconderse tras el horizonte. A poca distancia, el perro frena y cambia bruscamente de sentido una y otra vez reiniciando una autopersecución en pos de batir el récord del absurdo. A unos metros, el mismo oleaje pisoteado intenta derruir sin éxito un castillo de arena. Cada ola besa el foso de la efímera fortaleza mientras su orgulloso constructor, un pelirrojo de no más de 4 años, observa calculador las periódicas acometidas con su ínfima pala azul en ristre. Ante mí, sobre su toalla amarillo chillón, un hombre que por proximidad a la escena podría ser el padre, contempla hace minutos la escena con la sonrisa puesta y la mirada de los que graban momentos para el recuerdo. Yo les contemplo a todos mientras divago con apuntes mentales para este post.
Contemplar tiene la palabra templo en su raíz y hacía originariamente referencia al tipo de pensamiento que se hacía en un espacio reservado para la observación. Esta tarde ese templo para la observación eran para ese padre y para mí, una extensa playa de dorada arena entre pinares, dunas y fantásticas vistas a las islas Medas, donde paso mis retiros de desconexión del mundo y reconexión con mis pensamientos.
Con mucho más tiempo para mí y los míos, contemplar es una de las muchas actividades que suelo practicar en vacaciones. Contemplar es también reflexionar de forma serena, detenida, profunda e íntima sobre la divinidad, sus atributos y los misterios de la fe, aunque esta vez me ejercito en la acepción del término que significa poner atención plena en algo o en alguien, algo que no hacemos siempre por falta de tiempo, de interés o de ambos. En los días sin reloj disfruto por momentos embelesado de personajes anónimos, de escenas de postal y de detalles aparentemente insignificantes que me conectan con pensamientos, evocan experiencias pasadas o proyectan ilusiones futuras invitándome a viajar sin mover los pies de donde están.
Contemplar consiste en mirar y admirar, es mucho más que ver. Es observar y apreciar para abrirnos a la imaginación, a la reflexión o incluso a la meditación, coleccionando momentos que en unas semanas nos harán volver al trabajo en positivo, más centrados, serenos y con nuestra batería vital cargada para lo que venga.
Cuando contemplamos, enfocamos para conectar con nosotros mismos, con lo que apreciamos o merece nuestra atención por cómo somos y vemos el mundo. Ese mundo en el que vivimos donde impera a menudo la prisa, el corto plazo y las expectativas de los demás. El mundo al que volveremos en breve y que demanda acción y resultados, abundante en interacciones con personas como nosotros, con objetivos, necesidades y retos. Personas que toman o deberían tomar pequeñas y grandes decisiones a diario, buenas decisiones, a veces relevantes y no siempre con el tiempo que requiere sopesar alternativas viendo más allá. Decidir bien requiere de serenidad que se entrena. La templanza para tomar más y mejores decisiones se perfila también contemplando. Observando y entendiendo lo que ocurre a nuestro alrededor, preguntando cuando podemos para entender y contrastando nuestra visión y asunciones con las de otros, sopesando alternativas para tomar la mejores decisiones con la información y el tiempo que en cada momento tenemos . Las decisiones importantes deberían estar siempre alineadas con nuestros valores y tomarse desde la serenidad, ser adecuadas y justas porque tienen impacto a veces en los demás y siempre en nosotros mismos.
Que la inercia productiva y resolutiva en la que vivimos o la falta de tiempo, ese bien escaso, no sean excusa. Contemplemos cada escena y sus alternativas. Focalicemos, observemos a quienes nos hablan, lo que nos dicen y lo que no saben expresar en palabras pero reflejan en sus acciones y en sus detalles. Escuchemos, atendamos, preguntemos con interés. Abramos el foco, unamos los puntos, esbocemos escenarios, reflexionemos proporcionalmente a la importancia de cada decisión. Y sobre todo tomemos más y mejores decisiones con valentía, son el resorte para la acción y ésta, la materia prima de la construcción del futuro. Decisiones pequeñas y grandes decisiones. Serenas. Con temple