En las últimas semanas he tenido ocasión de asistir a dos espectáculos con mayúsculas. Uno, el Circ du soleil, una enorme demostración de precisión, coordinación, diseño, y expresión artística en todos los sentidos. Una maquinaria perfectamente engrasada que se luce cada tarde destilando cada segundo las miles de horas de trabajo y gran cantidad de recursos humanos y económicos que requiere un espectáculo de estas dimensiones.
Por otra parte, en un pequeño local en pleno raval barcelonés, con una capacidad no mayor a 100 personas, fuimos íntimos testigos del romático espectáculo de un grupo de jóvenes talentos dirigidos por una leyenda viva del humor. Aqui, tanto por la dimensión de espacio, como del presupuesto que lo soporta, puedes apreciar ese agujero en la media, esas gotas de sudor y esa mirada cómplice o reprobatoria entre el artista y el técnico de sonido, que con unos medios modestos (suficientes quizá para controlar uno sólo de los números del circ du soleil) pone música, luz y color a un despliegue de talentos ilusionados y curtidos en el contacto con el espectador de la calle.
Cuál de ellos es más arte ? cuál más espectacular? Debe ganar siempre el más dotado de medios ? Sin duda, el espectáculo más efectivo es el que llega al público con mayor fuerza, sea con la artillería visual y escénica de una auténtica multinacional del circo o con la autenticidad y proximidad del artista, que con una humilde nariz roja, se expone cara a cara con un púbilco al que escucha sonreir, contener la respiración o al que puede abrazar en cuanto el espectáculo finaliza.
Joan Clotet