Los niños y niñas de mi generación íbamos al colegio porque era lo normal. Éramos afortunados sin apreciarlo lo suficiente y disfrutábamos, nos aburríamos o sufríamos de cada asignatura, de la mano de la pericia de buenos y no tan buenos maestros. Una mayoría avanzamos por la senda estándar con decisiones poco introspectivas y menos propias de lo deseable. Las notas eran la métrica básica en clase y en casa y el apoyo emocional, intelectual y económico (idealmente en este orden) un privilegio para «progresar adecuadamente» hacia un futuro probable.
Más tarde, ya encarando el mercado laboral, redactamos ese primer currículum para ser visibles, poniendo en valor credenciales y motivaciones hacia una primera oportunidad, muchas veces clave para todo lo que vendría después.
La «carrera» profesional consistía con mucho esfuerzo y algo de suerte en «ascender» ganando proyección, responsabilidades y realización al tiempo que un primer coche, una hipoteca o el primer hijo nos empujaban más hacia adelante que hacia nosotros mismos.
Años más tarde, en décadas más convulsas, una vacante , una promoción inesperada, una serie de proyectos anodinos o un jefe dementor eran detonantes, siempre externos, que nos invitaron a cambiar y a crecer aprendiendo de otras personas, otros contextos, otros sectores, pero quizá no lo suficiente sobre nosotros mismos.
El futuro del trabajo, hoy más incierto que nunca, nace siempre del presente de nuestras decisiones, aquellas que no tomamos con propiedad cuando éramos niños y esas que no tomamos a veces de adultos, limitados por nuestros miedos o aferrados a una zona de confort, cada vez menos segura. El fin de semana es a veces un paréntesis que permite sobrevivir
Los domingos por la tarde son muy sintomáticos de la alineación mente, bolsillo y corazón. Si los lunes deprimen, es momento de parar. Si la salud avisa de forma recurrente, la agenda está mal priorizada. Si los nuestros no disfrutan más a menudo de nuestra mejor versión, tenemos conversaciones pendientes. Si hace mucho que esperamos que pase algo para que nuestro trabajo mejore, ese algo somos nosotros. Si cada vez todo parece más gris, quizá el gris somos nosotros. Si siendo objetivos y justos, no volveríamos a contratarnos, necesitamos actualizarnos con urgencia. Si nuestras cualidades principales hace tiempo que no brillan, hay que invertir en abrillantador.
El trabajo ha de tener sentido para nosotros y para el mundo, no sólo para nuestro empleador. Pasamos demasiadas horas en él para que no lo sintamos suficientemente propio. Tiene que conectar con lo que somos si es que alguna vez nos hemos dedicado tiempo de calidad a averiguarlo. Sólo así podemos aportar lo mejor a nuestra organización y empezar cada lunes con sentido e ilusión.
Las crisis y tiempos convulsos son ideales para reflexionar y afrontar más conscientemente un próximo capítulo de vida. No hay mejor maestro que darnos cuenta a tiempo de que sólo vivimos una vez. La carrera ya no es correr, es avanzar hacia la meta adecuada y ascender ya no es subir, es aportar más valor para ayudar en los demás a conseguir resultados extraordinarios.
Un virus nos tiene a todos confinados pero nos regala también tiempo de calidad. Parada obligada para vencer un reto colectivo y también para conversar con los nuestros y con nosotros mismos. Tiempo quizá para pensar en qué nos ha traído hasta aquí, quiénes somos en verdad, qué nos sobra (no qué nos falta) y qué queremos ser de mayores, cuál será nuestro legado, más inspirador que pagar facturas y continuar un narcotizante día a día.
Quizá sea buen momento para diagnosticar y combatir también enfermedades como la rutina y el presentismo. Dolencias asumidas y que restan energía e intensidad de vida. Estas enfermedades contagiosas sí tiene muchas vacunas y se llaman reflexión, conversación, decisión, planificación y acción. El mundo y sus retos necesitan nuestra mejor versión y los nuestros, en casa y el trabajo son nuestros mejores aliados para aflorarla .
Ponte otra vez en valor haciendo de nuevo inventario de tus talentos y motivaciones para volver más sabio y con fuerza. Dibuja y proyecta tu mejor futuro. Invierte en ti. Haz planes e inicia buenos hábitos. Da unos primeros pasos. Es tiempo de reilusionarse.
El destino, siempre eres tú.