«Cuando el alumno está preparado, el maestro aparece…»
reza el antiguo proverbio zen y aplicada la cita a la necesidad de aprender para evolucionar (o sobrevivir) en un mundo laboral cambiante, ese maestro aparece de formas diversas. En ocasiones disfrazado de oportunidad de promoción perdida, en otras más funestas de inesperado despido o quizás de forma intermitente durante un lánguido aletargamiento presentista autojustificado de estabilidad.
Muchas empresas creen de verdad en sus personas. Por la necesidad de invertir en su fuerza laboral para que sea más eficaz y versátil, para fidelizarla en mercados laborales competitivos o para dar oportunidades de evolución y realización profesional y personal de largo plazo, en los mejores casos.
Pero a pesar de la buena intención del restaurador, el arte de los cocineros, la calidad de los ingredientes, lo atractivo de la carta y la profesionalidad del personal de sala, creo que sigue faltando en unos y otros la capacidad de entender y activar a aquellos que no sienten hambre.
Cuántos habéis renovado una vez más este año vuestros propósitos de mejorar vuestro inglés, comunicar mejor en público o entender de verdad que es todo eso de la transformación digital y cómo nos está afectando a todos ?
Y cuántos de vosotros habréis resuelto estas asignaturas pendientes cuando os hagáis nuevos propósitos ?
Qué motiva y moviliza intelectual y emocionalmente a los Life Long Learners ?
Ante las manidas excusas de «estoy muy liado», «mi jefe no me apoya» o «el día sólo tiene 24 horas», una profusa oferta formativa (en sentido amplio) que inunda empresas, aulas y pantallas de todos los tamaños, pone cada vez más fácil aprender y también más en evidencia a quienes asumen inconscientemente que sus puestos son para siempre, sus organizaciones invariablemente estables o que «rentabilidades» pasadas generan algún tipo de derecho sobre las futuras.
El difuso «día a día», un jefe incomprensivo y eternamente urgido por el corto plazo , un cliente demasiado exigente o la «saturadísima» agenda de 17 horas al día, son factores (todos externos) de lo más presentables para descuidar con dignidad el desarrollo propio. A la vista de cómo va el mundo (con visiones más o menos optimistas sobre el futuro) quien no se ocupe activamente de sí mismo será cada día un poco menos valioso, más vulnerable a los cambios, menos competitivo y presa más fácil de cibernéticos felinos que acechan ya a sus presas en la sabana digital.
Ya no nos quedan excusas. Ni la inercia del modelo de oferta heredado desde niños, donde todo nos venía dado y que no solía fomentar emprendimiento y autorresponsabilidad, ni las barreras de acceso al conocimiento global y en red, al alcance digital y económico de casi todos: cuando uno no siente hambre ni es consciente de que no comer debilita y enferma, acaba muriendo (profesionalmente) y teniendo la resurrección propia como último reto a menudo difícilmente superable. Todo el mundo empieza a ser más sensible a ello y a la necesidad de «learn as we earn»
Tenemos que conocernos mejor y saber qué es lo que enciende esa llama que nos incita a aprender. La misma que nos hacía preguntar de forma insaciable cuando niños y devorar aquello que nos apasionaba. Aquella que nos motivaba para disfrutar de esa asignatura o con ese profesor de habilidades únicas. La que convirtió la intención en convicción para realizar durante meses cursos a horas intempestivas o proyectos colaborativos a coste de horas personales o de sueño. Hemos de dar urgentemente con la tecla que enciende esa llama en cada uno de nosotros.
La llama a prender que nos impulsa a aprender de forma constante disfrutando del camino.
Las máquinas (físicas o virtuales) que llegan entienden y aprenden deprisa y los agoreros vaticinan que dejarán a millones en el arcén…pero la buena noticia es que estamos a tiempo. La conciencia precede a la acción. Tenemos cada vez más conocimiento y medios a nuestro alcance y todos tenemos que interiorizar que el aprendizaje es de por vida: hasta la jubilación y más allá. 119 horas por semana (reservo 49 para dormir) dan para cubrir muchas necesidades, motivaciones y compromisos con uno mismo.
Los agentes del desarrollo personal (padres, profesores, managers, mentores, etc.) tenemos una responsabilidad, un reto y una oportunidad fascinante: inspirar para ayudar entender a tiempo el contexto, invitar a la curiosidad, al reto y a invertir de forma constante para no quedarnos atrás en un mundo en movimiento.
Para los profesionales del talento, ya no será suficiente evolucionar calidad y cantidad de oferta formativa ni redefinir anualmente y gestionar los procesos que invitan a conocerse, conversar y seleccionar acciones e intenciones. Nuestro reto es escuchar y entender de forma cada vez más individualizada, conectar personas e intereses, fomentar curiosidad y aprendizaje compartido, explorar y crear nuevos entornos estimulantes que promuevan hábitos sostenibles, identificar y potenciar a los actores más valiosos del ecosistema y anticiparnos en definitiva a lo que ha de venir.
Las organizaciones más competitivas priorizan las personas y crean a tiempo las condiciones para detectar y potenciar el talento en un círculo virtuoso. Los valores genuinamente humanos seguirán marcando la diferencia en un futuro con oportunidades para aquellos que no paran de evolucionar y crecer intelectual y emocionalmente durante toda su vida.
Mi ahijada de 32 años, que también trabajaba en Florette, llevaba 2 años en el «lánguido aletargamiento presentista».
La pasada primavera hablé con ella al tiempo que le entregaba algunas herramientas para facilitarle su proceso de autoconocimiento junto a «Expertología», del maestro Andrés Pérez Ortega.
Hoy se encuentra afrontando un proceso de despido que se presume largo.
Al enviarle tu post por whatsapp he visto con alegría que el «estado» de su cuenta dice «At school», seguido de varios iconos de libros.
P.D. Le he dicho que lo escribía mi amigo Joan, un renacentista del siglo XXI…
Eres muy amable amigo. Me alegra haber inspirado a la acción ! un abrazo mente inquieta !!
Reinventarse, aprendiendo y desaprendiendo. La superación es un estado latente en el ser humano, sólo activarlo recrea nuestro espíritu. Gracias por tu artículo.
Así es Lucy! gracias a ti por leer y aportar